26/03/2021
Por: Nicolas Llorente
Email: Neutro-Niko@hotmail.com
Escribo esta columna a manera de reflexión y con el más genuino interés en que mis lectores analicen seriamente la realidad, a veces aburrida y otras veces incomprensible de la política actual en Cartagena; que lean de primera mano los hechos verídicos y constatables, sumados a mi opinión enfáticamente personal sobre esta realidad política que ha venido día, tras día deteriorándose y agravándose con los años. Esto sin mencionar, que por décadas hemos vivido y padecido profundas crisis de representación política, gobernados por unas élites absurdamente corruptas e inclusive hereditarias, que con castas, linajes y roscas políticas han suspendido la participación y la democracia en la ciudad condenándola a la exclusión social, a la miseria extrema y la falta absoluta de participación democrática electoral. Todo esto, como consecuencia de un sistema político capturado, abiertamente corrupto, antidemocrático; y una ciudadanía corrompida por la élite, a la cual me referiré más adelante.
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Actualmente y por fortuna, la élite perdió en el 2018 eventualmente el poder con la vigente Alcaldía Distrital, en cabeza de William Dau Chamat. Sin embargo, su periodo culmina en el 2023 y el riesgo de que se realice fraude electoral es alto, resulta preocupante que la ciudadanía elija nuevamente a sus verdugos y a élites que han teñido de miseria y pobreza esta ciudad.
Mi llamado es a informarse, indignarse, criticar, compartir el mensaje, reflexionar y si así lo desean: empoderarse de la acción política participativa, sumarse a la campaña para exterminar de una vez por todas a los corruptos y construir juntos una nueva ciudad, repensada desde los principios, valores democráticos y desde la trasparencia administrativa; hasta construir ladrillo a ladrillo una sociedad y un actuar político decente, que vele por el interes GENUINAMENTE GENERAL, desde una óptica progresista y empoderada. Cartagena de indias es la ciudad que me vio crecer y madurar: soleada e imponente; llena de vida y optimismo colectivo, incluso en sus peores momentos; festiva, alegre y sin duda con una ciudadanía diversa en expansión, mayoritariamente joven; con una enorme multitud de mujeres y hombres integralmente diversos, disciplinados, luchadores y trabajadores incansables. Pero también, una ciudadanía que ha comido entero, que ha sido engañada, timada, embaucada, humillada y sin duda estafada una y otra vez, incansablemente por politiqueros y oportunistas; por primíparos e ingenuos políticos de turno. La mayoría de ellos secuestrados por las castas políticas, que han atracado y quebrado a la ciudad con sus asaltos a los recursos públicos, que no son más que los impuestos que pagan ustedes y que pago yo, que deberían ser usados para el bienestar social y general; pero son cobardemente expropiados, saqueados y robados por Unos Cuantos para resolver sus problemas económicos personales o para enriquecer a costas de los recursos públicos a sus familias y amigos ¡Una vergüenza absoluta! Sin duda, una democracia amarrada a ese tipo de individuos corruptos y despreciables, es lo llevó a esta ciudad a una hecatombe, más una banca rota financiera y moral, teniendo como consecuencia indicadores ridículamente despreciables en los niveles de miseria extrema y la pornográfica desigualdad entre ricos y pobres que, hoy más abierto el boquete a raíz de la crisis sanitaria, se visibilizó y quedó como una herida fétida y gangrenosa.
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A todos debería darnos vergüenza, no sólo a los politiqueros que han gobernado esta ciudad, sino también a la ciudadanía votante, apática de la política, completamente distanciada y ausente de los intereses de su PROPIA ciudad, la cual se cae a pedazos y es carcomida por los corruptos y egoístas, que raptan el dinero sudado y trabajado por todos nosotros; cuando podría y debería ser una ciudadanía LIBRE, OBSERVADORA Y VEEDORA DE SUS PROPIOS GOBERNANTES. El mandato popular no es más que una orden a quien ostenta el poder público: la sociedad contrata al gobernante y tiene el poder de criticarlo, vigilarlo y velar por el interés general de los ciudadanos. El jefe del gobernante de turno, es la ciudadanía libre, la gente votante y no votante que le trasfiere el liderazgo al mandatario, el cual debe cuidar a todos, honrar su mandato y velar juiciosamente por los intereses de la ciudad. Pero la ciudadanía cartagenera ha sido estafada, embaucada y secuestrada por el miedo, por el silencio cómplice o por el imaginario colectivo y dañino que la corrupción ha legitimado. Las prácticas de estos miserables, ampones y corruptos de turno se centralizan en el único programa retorcido que les ha funcionado: hundir, humillar y acaparar nuestros recursos ¡en nuestras narices! ¿Cómo olvidar cuando se robaban la comida de los niños en los colegios públicos? O cómo contrataban a diestra y siniestra a sus familiares y amigos, sólo para cobrar las OPS y beneficiarse entre ellos; ¿Cómo olvidar las vías públicas abandonadas, desfinanciadas, quebradas y despedazadas que aún permanecen en la ciudad? O cómo se lucraban, contratando con empresas ficticias y de papel, para sustraer los recursos públicos; ¿Cómo olvidar cuando falsificaban documentos y se construían propiedades sin licencias? edificios que colapsaron y estar por colapsar: aquel monumento a la corrupción que se deja ver a kilómetros, burlándose de todos en las alturas, construido sin ninguna licencia legal, riéndose todos los días de nosotros; ¿Cómo olvidar los barrios más míseros y pobres de la ciudad? abanados a su suerte sin servicios públicos, sin bienestar sin dignidad alguna ¿Cuánta gente no ha muerto por culpa del desfinanciamiento de los hospitales públicos en el pasado y ahora?; y ¿Cómo olvidar las grandes propiedades y mansiones construidas por los corruptos a las afuera y dentro de la ciudad? en los barrios más privilegiados, cómodos y ricos.
¿¡No les parece una ABERRACIÓN TOTAL!? Cuando toda esa manada pútrida de corruptos, tendrían que estar envejeciendo con el pago de sus robos y sus acciones en la cárcel; algunos de esos politiqueros deberían ser exhumados de sus tumbas, para poner sus restos en la cárcel y que así al menos sus cuerpos fosilizados y hechos polvo paguen, para resarcir tanta impunidad y restaurar o dignificar simbólicamente la moral humillada de esta ciudad. ¡PERO NOOOO! Esos corruptos siguen libres, paseándose en los centros de comercio, en las inmensas propiedades y financiando el estudio de sus hijos en el exterior, con dineros raptados y públicos ¿¡ESA ES LA MALDITA CIUDAD QUE QUIEREN!? ¿es la que desean para sus hijos, para sus nietos y para las futuras generaciones?
HOY hago un llamado contundente a mis posibles lectores y a la ciudadanía cartagenera libre, inteligente y empática: es hora de recuperar la libertad, es hora de recuperar la dignidad, es hora de recuperar la esperanza; es hora de construir juntos una nueva ciudad con oportunidades, donde los ricos paguen sus impuestos y los pobres sean resarcidos; donde los corruptos vayan a la cárcel y los honestos sean enaltecidos y auxiliados. Ya basta tanta robadora, ya basta tanta corrupción ¡¡¡DESPIERTA, CARTAGENA!!! Nos merecemos todas y toda una mejor ciudad, una moderna, una limpia; de alta calidad educativa y salud eficiente; una ciudad segura para los jóvenes y ancianos; una ciudad justa para los pobres, para los que nunca le has tocado nada, para las masas diversas, trabajadores y trabajadoras incansables.
Hoy en día, muchas instituciones continúan secuestrada por los corruptos y la politiquería, hace mucha falta más pedagogía política, conciencia colectiva, democrática y veeduría ciudadana rigurosa. Si bien la actual alcaldía distrital ha ayudado, aportado de buena fe y con buenas intenciones a la salida de muchos de los problemas estructurales de la ciudad, ha brindado optimismo a sus votantes y no votantes, ha enfurecido a los corruptos y no los ha complacido… Por ahora hay que resaltar y dejar claro que ha afrontado una crisis sanitaria y financiera como ninguna otra; también se ha equivocado abruptamente y ha enviado señales equívocas, poco debatidas a la ciudadanía que ya eh hablado de ellas en columnas de opinión pasadas. Cabe destacar que la actual administración tiene buenas intenciones, pero sin duda es permanentemente primípara y a veces inepta: no sabe cómo resolver o afrontar algunos temas fundamentales de la ciudad, como el de los peajes y ahora el de Transcaribe, y otros estructurales. Aunque estos chicharrones no son fáciles, hace falta un compromiso serio, veraz y contundente por la trasformación social y total de la ciudad.
Invito nuevamente, a todos mis posibles lectores a comprometerse con cuidad sea, cual sea su rol en ella; a empoderarse de la realidad política y evitar a toda costa una retoma corrupta del poder, que someta bajo su yugo otra vez a la sociedad cartagenera. Hago un llamado urgente a barrer a todos los corruptos en el 2023 y darle un nuevo oxígeno participativo a la los nuevos liderazgos comprometidos con Cartagena, a apoyar a todo aquel dispuesto genuinamente a aportar y ayudar a la trasformación definitiva para superar décadas y décadas de desilusión, tristezas y de engaños. Está en tus manos, en tu voto, TÚ TIENES EL PODER DEL CAMBIO. Juntos, todos los que queremos la trasformación de Cartagena, saquemos a la ciudad de este pozo sin fondo; construyamos unidos la ciudad del mañana, la Cartagena del futuro, una incluyente y donde el liderazgo colectivo sea pensando desde la ciudadanía y no por roscas políticas, ni desde los centros de poder bogotanos; arrasemos y exterminemos en las próximas elecciones a los gobernantes ineptos, torcidos y abiertamente corruptos. Pronto los enemigos de la ciudad vendrán por nosotros, vendrán a arrebatarnos la dignidad y la conciencia, intentarán comprar sus votos a costas de sus propios intereses e intentarán tomarse el poder a punta de fraude. Luchemos y unámonos: juntos a exterminar a todos los bandidos y corruptos. Si el camino se abre para mí y el fluir histórico me lleva a los rumbos de la política electoral, estaré allí para participar en la trasformación de valores y de la política cartagenera, para dejar atrás la horrible noche y superar de una vez por todas la política del desinterés.