28/05/2021
por: Nicolas Llorente
Insta: nicogllor
No hay duda alguna de que el papel de los medios de comunicación tradicionales y leales al gobierno, durante el paro nacional se han empeñado en buscar responsables donde no los hay, sin ningún disimulo, tildando, estigmatizando y propagando sin escrúpulos ni rigurosidad hechos de gran relevancia que descaradamente retuercen la realidad a favor de los odiadores del régimen y el poder; todo esto para cooperar en sus estrategias políticas perversas. Sin embargo, el descaro absoluto se veía venir con el inicio de las protestas y la radicalización de éstas que las juventudes pobres, vulnerables, de clases medias, en el centro de la angustia, del abuso y el desempleo; mantienen vivo el paro nacional y en la misma medida que la indignación crece y crece.
Los calificativos, el desprestigio continuo, el sicariato moral y la estigmatización de responsabilidades a quienes nada tienen que ver con la agonía, la violencia y la vulneración de derechos humanos; se suma a la complicidad con los verdaderos culpables y vándalos que operan desde las altas esferas del poder, esos que captura el presupuesto público para sus propios intereses, aquellos que son corresponsables de los niveles absurdos de corrupción y los mismos que tienen al país sumido en la miseria
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La prensa tradicional se convierte en partícipe de la vulneración de derechos humanos, de la violencia policial, de los miles de heridos y de los muertos y tuertos que ha dejado el atropello estatal. Ya no resulta vergonzoso el papel de estos medios de comunicación, más bien es indignante y peligroso; sin duda, muy similar a aquella prensa oficial alemana, controlada desde el poder nazi, capturada a sus propios intereses y conspiraciones violentas y obscuras; y ni hablar de la distorsión de los hechos o la desinformación absoluta tal cual como lo hacía Joseph Goebbels, el mayor propagandista nazi que instrumentalizaba la misma prensa y medios de comunicación del poder, para ocultar y exagerar de acuerdo a su conveniencia los hechos y crímenes atroces. La prensa tradicional en Colombia repite el libreto y cómo no, si los propietarios de estos medios de comunicación son los hombres más ricos del país, dueños de los grandes grupos de poder económico: desde Luis Carlos Sarmiento Angulo, hasta los Gilinski y el grupo Ardilla Lule; todos como en una gran orquesta sincronizados para ocultar y distorsionar la verdad y desinformar masivamente al país.
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Afortunadamente, en medios del caos y de la violencia estatal y policial cada ciudadano se convierte en reportero de los hechos, sin filtros sin editoriales sesgadas, ni titulares amarillistas. Los manifestantes y la juventud vigilan, filman, publican e informan en tiempo real los abusos, el atropello, las ejecuciones y la vulneración de los derechos humanos a lo largo y ancho del paro nacional, que a la fecha continúa. Muchos medios digitales han surgido como iniciativas y alternativas de comunicación social seria y rigurosa, no exenta de errores, pero sí comprometida con la verdad y lejos de la feroz desinformación de los grandes medios. Sin duda, la crisis de financiación de la prensa tradicional es un síntoma internacional y el sostenimiento de estas cadenas cada vez es más difícil y costoso; solo basta con mirar hoy en día las grandes y perversas portadas, las distorsionadas editoriales, los viejos y nuevos opinadores repletos de odio. Pero a pesar de eso, al país difícilmente las nuevas generaciones consumen este periodismo, no comen entero ni se informan ya con los grandes medios tradicionales; hoy la juventud tiene el poder, no sólo de darle un nuevo rumbo al país, sino también de eliminar de una vez por todas a esta prensa perversa.